La Muerte. Destino que a muchos asusta. Ya le quité la capucha, forcé mis labios en los suyos de hielo. No me quise. Aún no me tocaba. A través de los huecos donde los ojos deberían estar, miré los portales hacia una nueva vida. Pero no me tocaba. Entonces me quedé, me quedo, me quedaré. E inesperadamente, todos los años, todo se vuelve más fácil. Y el filo de la existencia no corta tan profundo. Y las heridas sanan. Y cuando la música suena, los hombros bailan. Y por la mañana agradezco el nuevo amanecer.
Madre Cuando nací, no sabía la diferencia entre yo y ella. Sus frondosos árboles, mis brazos. Los pájaros, mis ojos. El viento, mi alma bailando. Amante Nos hemos unido incontables veces en los frescos mares, ahora tranquilos, ahora tempestuosos. La brisa me ha acariciado mis labios color de vida y el vientre , celebrando su potencial generador. Amiga El cielo llora conmigo mis agonías y riega mis esperanzas. Las ranas hacen eco de mis lamentaciones y cantan odas a mis éxitos. El sol juega al escondite entre las nubes con la niña que aún fue y todavía soy. Maestra Aceptación. Orden en el caos. El efímero y el eterno. Amor profundo mezclado con indiferencia sin fin. La inutilidad de la lucha por el poder. Carpem diem. Morirse bien es un arte perfeccionado por los que en paz viven.
El hombre mayor caminaba con dificultad. Le dolían las rodillas, las espaldas y la vida. Caminó hasta el edificio rojo, cuya pintura nueva brillaba al sol como si fuera de rubí y no de resina. Tal como le fuera explicado, encontró una puertita que conducía a una farmacia luminosa. Allá adentro encontró un farmaceuta con una sonrisa color de sol, que le dijo: “Cómo puedo ayudarlo?” Entonces el abuelo le contestó: “Perdí mi sonrisa. Tiene alguna cosa que me la devuelva? Mis parceros de ajedrez me dicen que siempre encuentran sus sonrisas en una caja de medicinas que usted me podría vender.” “Ummmm, no creo que usted necesite una caja de medicinas. Venga, hombre, vamos a tomar un café.” El farmaceuta cerró la farmacia - porque era su propio patrón, hacía siempre lo que le daba gana de hacer - y llevó al desconocido por unas escaleras apretadas hasta su confortable habitación. Las ventanas estaban abiertas y era posible escuchar la música que venía del apartamento del otro lado de la